La Comunicación como Ciencia se reconoce ante la necesidad de memoria, de asombro, reencuentro y de transformación.
La París de Sudamérica (Claudia Hagopian)
“Podemos reconocer la cultura de una urbe a través de las respuestas que nos da o ante aquello que nos obliga a responder a simple vista...” En América Latina y específicamente en Buenos Aires “la París de Sudamérica”, todo se confunde en un gran contraste: la abundancia y la pobreza; las historias colectivas y las urgencias individuales; los negocios con sus vidrieras y los vendedores de las calles; los edificios con servicio de hotelería cinco estrellas y las casas de barrio; los espacios verdes atestados y el cemento que arrasa con ellos; el tránsito violento de peatones y automóviles; los jóvenes y los adultos; la cantidad restaurantes, cines y teatros que desbordan de público por las noches y los incontables cartoneros; los grandes centros comerciales y los almacenes chinos. Y las voces que a través del lenguaje muchas veces maltratan; los cuerpos que provocan por igual en las fotos de las tapas de las revistas como en los encuentros ocasionales en ámbitos cotidianos; jóvenes que transitan desorientados y personas mayores que después de tantos años de caminatas por esta ciudad tan hermosa como descuidada, tan atractiva como violenta, no logran ser reconocidas. Mientras tanto la investigación se convierte en especulación, la derecha roba a la izquierda algunos de sus más preciados objetos para “lavarse la cara” y los receptores de la comunicación se convierten en emisores, y –entretanto- en una profunda ausencia de creatividad, la producción, la construcción y el descubrimiento faltan aunque la reproducción abunda. Las instituciones del aparato ideológico del Estado dentro de este sistema “de democracia controlada” moldean las conciencias; los medios masivos de comunicación empujan compulsivamente al consumismo, a la liviandad de pensamiento y a las organizaciones populares a la representación de los intereses de los oprimidos, todos atravesados por las relaciones contradictorias de los sumergidos en el capitalismo global que cae implacable sobre los procesos sociales y culturales. La producción de una cultura legítima y cosmopolita es moldeada por la “oferta hegemónica”, el consumo y las reglas de poder fijadas por el sistema que arroja como resultado una homología estructural en la que las prácticas de los sujetos y el orden social traducen la internalización de esas determinaciones sociales. Así, mediante el habitus –o lo que van a sentir como necesario-, las estructuras, los individuos y los grupos en sus prácticas garantizan su coherencia con el desarrollo social, bajo el lema “Vale Todo, Nada Importa...” Pero más allá de cualquier connivencia existen nuevos conflictos de producción -de clases- que se extienden a otras contradicciones y antagonismos sociales y se manifiestan en movimientos atípicos y extrapartidarios que generan una relación no convencional, porque entre cultura y política, valores y poder, no puede existir tanta esquizofrenia. ...Y como en toda hipótesis es preciso no claudicar. La propuesta COMUNICACIÓN/CULTURA aunque genera elementos distintos y acepta esa distinción entre ambos también anuncia la imposibilidad de ser tratadas por separado. Ese es el reto de la comunicación en América Latina y en la “París de Sudamérica”.